Texto y fotografías: Homero Adame
Dentro de las muchas curiosidades de Guadalajara existe una en forma de cementerio que hoy en día es un museo viviente. Se trata del panteón de Belén que funcionó como tal por un lapso de 130 años, a juzgar por las fechas inscritas en la primera y en la última tumba. La más antigua data del 22 de abril de 1849 y la más reciente del 14 de noviembre de 1974. Sin embargo, y de acuerdo con los datos históricos, la primera inhumación se efectuó en diciembre de 1844 y correspondió a Isidro Gómez Tortolero, un sacerdote de Tala, Jal., cuyo epitafio está perdido. Supuestamente, el panteón fue clausurado en 1896, aunque hubo entierros aislados en las siete décadas siguientes.
El cementerio actual está dividido en dos partes: una compuesta por sendas paredes laterales, o columnatas, que albergan 1,650 nichos (750 en la de acceso y 900 en la del lado norte) y la otra por el patio central donde vemos mausoleos, criptas, tumbas y, al centro, la antigua Rotonda de Hombres Ilustres, donde originalmente eran sepultados los hijos pródigos de esta capital o del estado. Muchos de esos restos fueron exhumados en algún momento para llevarlos a la actual Rotonda de los Hombres Ilustres en el centro de la ciudad.
Dicho patio estuvo seccionado en dos, una para la aristocracia y la otra para el pueblo, donde también se encontraba la fosa común, pero esta segunda sección fue demolida en 1967. La mayoría de las antiguas tumbas que aún persisten, casi todas elaboradas con cantera y en estilos disímbolos que dan en conjunto un eclecticismo muy sui generis, se hallan en un avanzado estado de deterioro y no pocas se han colapsado. Sin embargo, y como todo museo que siempre debe observar que sus piezas en exhibición se encuentren en el mejor estado posible, en el panteón de Belén ya empiezan a verse los progresos de un proyecto de restauración en determinadas tumbas, aunque a decir verdad algunas de ellas no sean muy artísticas. También hay otras sepulturas más recientes, del segundo cuarto del siglo XX, cuyo estilo es notorio y hasta chocante porque fueron hechas de granito y ya no de cantera ni tampoco mármol.
Volviendo a las columnatas, en ese sector podemos advertir que un buen número de nichos están cubiertos conmármol de Carrara. Tal vez el más fascinante desde el punto de vista artístico sea uno fechado el 9 de junio de 1861, en memoria de José Castro quien falleció a los 29 años de edad; se trata de un fino trabajo esculpido con personajes de la mitología griega o romana.
Casi al centro de la columnata de acceso, a la izquierda, hay dos nichos que recuerdan a una pareja de escoceses (Joseph Johnston, 5 de enero de 1832 – 18 de abril de 1896 y Jean Young, 3 de mayo de 1838 – 17 de septiembre de 1896) que llegaron a radicar a esta ciudad y aquí murieron, curiosamente en el mismo año aunque no en la misma fecha. Nada se sabe de quiénes hayan sido ni cuáles las causas de los fallecimientos, sin embargo, lo único que sí sabemos, gracias a los epitafios, es que eran esposos y que nacieron en Paisley, Escocia.
Lo interesante de estos dos nichos es que en Guadalajara existe una conseja popular o singular costumbre que consiste en traer veladoras u ofrendas florales exactamente a las 12 del mediodía para solicitar algún favor a estos espíritus que se han vuelto una especie de benefactores de los tapatíos. Parte de la tradición indica que además de la ofrenda dejada es imprescindible rezar un rosario frente a sus nichos para que el deseo sea cumplido, incluso se sabe de personas que hacen el novenario completo.
Asimismo, hay que mencionar que hay otras tumbas, nichos y criptas que de algún modo se han integrado a la amplia gama de costumbres tapatías. Por ejemplo, encontramos la tumba de un niño (Ignacio Torres Altamirano, muerto el 24 de mayo de 1882) que, según la leyenda, salía de su fosa con todo y féretro porque tenía miedo a la oscuridad. A esta tumba viene la gente a traer juguetes, dulces, globos, canicas, monedas, etc., aparte de veladoras para que el ánima del infante siempre tenga luz. En otro punto vemos el sepulcro de los enamorados, dos tumbas contiguas adonde muchas personas llegan para dejar cartas y recados de amor y con ello solicitarles ayuda para encontrar la dicha en su vida amorosa; también hay quienes dejan mensajes para desearle a esta pareja felicidad en el más allá.
Y si de leyendas se trata, el panteón de Belén tiene muchas, como la del vampiro cuyo corazón fue clavado con una estaca y de ésta creció un árbol, un tabachín, que supuestamente sangra; sus raíces han cubierto casi toda la tumba y parecen como si fueran cuadradas. O también la de la mujer que fue enterrada viva y al día siguiente su mano estaba afuera de la tierra y por eso la tumba tiene una mano labrada.
Pero también existe otro tipo de misterios que rondan en este panteón-museo. A la entrada hay una serie de fotografías, sólo una de ellas en blanco y negro, en las cuales aparecen “fenómenos” inexplicables, aunque es posible que se traten de trucos de laboratorio cuando la fotografía digital ni siquiera existía. Supuestamente, esos fenómenos son las auras de las personas que estaban siendo retratadas, y junto a las fotografías hay un escrito que explica estos fenómenos electromagnéticos, o reflejo del aura. Por su parte, la imagen en blanco y negro es muy interesante porque al parecer se ve un fantasma encapuchado caminando entre unas tumbas, lo cual ha dado pie a todo tipo de interpretaciones y más leyendas.
Así, el hecho de haber mencionado que este panteón sea un museo viviente es porque en Guadalajara existe la singular tradición entre novias, quinceañeras e incluso niñas que van a hacer su primera comunión de venir para que les tomen sus fotografías del recuerdo tanto al lado de las tumbas como en la arcada de las columnatas. Ésta es una costumbre bastante extraña porque vale hacer la referencia que en otras regiones del país se tiene la creencia de que una novia jamás debe entrar con su vestido de novia a un cementerio, ya que esto le traería mala suerte en su vida matrimonial.
El panteón se encuentra en la calle Belén, esquina con Eulogio Parra, en el sector Hidalgo. Las horas de visita son de lunes a viernes de 9:00 a 15:00 y los sábados de 9:00 a 18:00. Como último dato: si el visitante desea disfrutar un tranquilo recorrido, no es aconsejable que venga a ninguna hora los sábados, día en el que muchísimas familias y fotógrafos visitan el lugar para retratar novias, quinceañeras y niñas que ese día harán su primera comunión.
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